Tercer Pilar del Matrimonio

22 septiembre, 2022

La Comunicación Matrimonial

Ante las desilusiones. 

Recuerda siempre que es con la persona que está a tu lado que vas a hacer equipo para superar esta situación. El dicho popular que dice, “el tigre no es como lo pintan,” vale también para el matrimonio. Antes de casarnos pudimos fabricar ideas románticas del amor de pareja, de la maternidad y paternidad. Pudimos imaginar un hogar siempre armónico, un padre siempre cariñoso, además de trabajador y responsable; una madre siempre amorosa y unos hijos siempre obedientes. Pero la verdad es que estas realidades no se dan por sí solas. Hay que trabajarlas, negociarlas, construirlas poco a poco. La relación conyugal es una sociedad donde constantemente hay que expresar las propias necesidades y negociarlas con las necesidades del otro, hasta llegar a acuerdos que satisfagan a los dos.

Una negociación no sirve tampoco de una vez y para siempre. Cambiadas las circunstancias de la vida se puede replantear o sentir que lo acordado unos meses atrás ya no satisface como antes. Por eso hay que estar abiertos a escuchar, negociar y hasta ceder, no una vez, sino setenta veces siete. Esto no quiere decir que siempre eres tu quien tiene que ceder. El ceder debe ser de ambos lados para lograr tener un relación armónica. Se debe igualmente saber que no estamos obligados a ceder en aquello que es propio de nosotros y que consideramos una característica personal irrenunciable. Pero sí podemos, por amor, dejar de darle tanta importancia a cosas que no son tan Entra a dialogar de mutuo acuerdo y con la mayor disposición de encontrar una solución.

Sé humilde y dispuesto a perdonar y pedir perdón, pues tu pareja y tus hijos son lo más importante en tu vida.

Cuando estés dialogando y veas que el diálogo se está tornando en una discusión ofensiva, proponle a tu pareja que se tomen de las manos, se vean a los ojos y eleven una oración a Dios en Pareja. Después de este pequeño espacio, continúen con su conversación.

Cuando la relación está muy deteriorada o crees que requiere, que una tercera persona intervenga porque ya entre ustedes dos no pueden llegar a acuerdos o bien no saben como resolverlo, es bueno buscar un profesional, un guía espiritual o una persona recomendable por su conocimiento en el tema o su sabiduría, para que les proporcione una consejería matrimonial. Hay también terapias de grupos o grupos de apoyo a parejas que pueden serles útil. Eviten recurrir a un familiar o persona allegada a los dos.

Analicen la situaciones de manera objetiva : Si un día pudieron entenderse y amarse es muy probable que también ahora lo puedan hacer. No olviden los sueños y alegrías que los unieron para iniciar un noviazgo y llegar al matrimonio. Tener la voluntad de mejorar su vida conyugal y familiar es una energía poderosa para salir adelante, y no olviden que cuentan siempre con la gracia de Dios.

“Herramientas para la solución de conflictos” 

Tener diferentes opiniones o puntos de vista es normal. Pero para que estas diferencias no sean la ocasión de un conflicto y mucho menos de una crisis matrimonial, se requiere aprender las técnicas de comunicación y solución de conflictos. Este aprendizaje es conveniente para todos pues, aunque a veces tendemos a imaginar que el problema es del otro, es claro que comunicarse es un arte con técnicas muy variadas, y cada persona es un mundo que vale la pena aprender a descifrar y conquistar desde su particularidad.

“Muchas diferencias en la pareja provienen del hecho que cada uno trae consigo su propia experiencia de vida y cultura, además de partir de su naturaleza de Genero Femenino o Masculino “ 

Aunque el matrimonio está fundado en el amor es natural que las parejas encuentren diferencias y dificultades que deben aprender a reconocer y resolver, para evitar el conflicto. Un conflicto no es un desacuerdo. Los desacuerdos son normales. Pero cuando los desacuerdos no son respetados o causan problemas en la pareja, se convierten en conflictos.

Todos podemos tener por naturaleza una manera de pensar diferente, sin que esto, necesariamente cause un conflicto.

Nuestra actitud ante las diferencias son las que determinan si estas se van a convertir en un conflicto o no.

Expresar sus puntos de vista, deseos o necesidades de manera clara y sencilla nos facilitara el entendimiento dentro de la comunicación en nuestro hogar, nadie sabe mejor lo que una persona piensa o necesita que ella misma. Por lo tanto esperar que la otra persona le adivine mi pensamiento es irreal.

Tenga una mente abierta donde puedan caber otras opciones y formas de ver una realidad. Nadie posee toda la verdad. El punto de vista de otro puede además enriquecerle. 

Expresemos nuestras opiniones sin ofender, procurando usar el lenguaje adecuado que exprese mi punto de vista. 

Insistamos en hablar de un asunto a la vez, no se salgan del tema, sin caer en la trampa de responder a insinuaciones o conductas destructivas que desvíen la comunicación y hagan que el conflicto se agrande.

Procure asumir la responsabilidad por aquello en lo que usted considere que ha contribuido al problema. Puede decir por ejemplo, “Yo reconozco, o, yo lamento que yo…”. Cuando se intenta resolver un conflicto con frecuencia se busca la reconciliación. Pero si no tomamos responsabilidad por nuestros actos o pedimos disculpas, el encontrar una solución al conflicto será más fácil.

Aunque todas estas habilidades le serán de mucha utilidad se debe reconocer que quizás, lo más importante para la buena comunicación es el cómo se ve usted mismo(a), es decir, su autoestima.

Esto significa valorarse y al mismo tiempo saber reconocer sus errores. 

Finalmente, no olvide tratar de ponerse en el lugar del otro, es decir, esté dispuesto a reconocer que en muchas ocasiones si usted estuviera en las mismas circunstancias posiblemente actuaría igual o quizá hasta peor.

La violencia domestica. 

“La violencia doméstica es cualquier clase de comportamiento utilizado por una persona para controlar a otra a través del miedo y la intimidación.” 

Cuando se habla de violencia doméstica algunas personas pueden pensar en golpes o acciones violentas de un esposo contra la esposa o viceversa. Sin embargo, la violencia física, los golpes y las heridas son sólo una parte de lo que es verdaderamente la violencia doméstica.

La violencia doméstica se puede definir como todo tipo de acción, actitud, uso de la fuerza física o de palabras para controlar a una persona, dentro de una relación afectiva. Hay violencia cuando se ataca la integridad emocional o espiritual de una persona. Ésta puede darse entre esposos, parejas de novios, de padres a hijos y de hijos a padres y es de tipo físico, emocional y sexual.

Los Obispos de Estados Unidos definen el abuso como cualquier clase de comportamiento utilizado por una persona para controlar a otra a través del miedo y la intimidación. Éste incluye el abuso emocional y psicológico, los golpes, y el ataque sexual. 

“La violencia doméstica es cualquier clase de comportamiento utilizado por unapersona para controlar a otra a través del miedo y la intimidación.” 

Violencia física: Es toda agresión física que una persona hace a otra. Por ejemplo: puñetazos, patadas, heridas, pellizcos, jalones de pelo, mordiscos, cachetadas, etc.

Violencia emocional es toda acción, actitud o palabra que denigre, rebaje o lastime las emociones o autoestima de una persona. A diferencia de la violencia física que generalmente involucra una descarga agresiva sobre la víctima, la violencia emocional no necesariamente requiere de acciones violentas. Una persona puede rebajar y hacer sentir mal a otra con palabras, acciones y actitudes suaves, de doble sentido, sarcásticas y que hasta suenen cariñosas. He aquí algunas formas de violencia emocional:

Abuso verbal. Ridiculización, desprecios, insultos, como estrategia consciente o inconsciente para rebajar la autoestima de la víctima.

Aislamiento: Negarle la palabra a una persona, ignorarla; no tomarle en cuenta para nada.

Intimidación y amenazas. Amenazas de muerte si habla, de quitarle a los niños, de pegarle, etc.

Echarle la culpa a la víctima. El abusador le echa la culpa a su víctima (esposa o esposo) , de su mal carácter, de sus arranques violentos, de sus problemas, de sus desilusiones, de sus celos, de sus fracasos y de los golpes y abusos que causa a (esposa o esposo) 

Abuso económico. En muchos casos la víctima no trabaja y cuando lo hace, debe darle su cheque al abusador, quien es el que controla todo lo relacionado con el dinero en el hogar. Él (o ella) toma todas las decisiones sin darle cuentas a su cónyuge de lo que hace con el dinero.

Utilización de los hijos. Utilizar a los hijos para hacer que la otra persona se sienta culpable. Convencer a los hijos de que su cónyuge está mal, poniéndoles en contra de ella. Le hace sentir culpable y responsable de la crianza y educación de los hijos. Si los hijos se portan mal es siempre culpa de su pareja, por ejemplo.

Violencia sexual: Siempre que uno de los cónyuges, sin consentimiento del otro, demanda y obliga a su pareja a tener relaciones sexuales, está ejerciendo violencia en contra de su pareja. Se incluye aquí todo tipo de prácticas sexuales que uno de los dos puede imponer al otro por la fuerza, por ejemplo: la imposición del uso de anticonceptivos, abortos, menosprecio sexual e inclusive la tolerancia de la infidelidad.

Obtenga ayuda 

Línea nacional para víctimas de violencia doméstica www.ndvh.org Coalición Nacional Contra la Violencia Doméstica www.ncadv.org 

Visite la página digital www.vidafamiliar.org 

Infidelidad 

De acuerdo a los expertos, la infidelidad se va gestando, poco a poco, mucho antes de que uno de los dos se decida a ser infiel. Comunicación deficiente, hábitos dañinos, rutinas aburridas, malhumores, poco tiempo para compartir con su pareja, desgano sexual, y lucha de poderes, etc., se podrían contar entre las causas de la infidelidad.

El machismo, por otro lado, puede inducir a algunos hombres a pensar que tienen el “derecho” a tener aventuras amorosas fuera del matrimonio. Este puede incluso hacer que culturalmente el hombre “macho” se sienta presionado a ser infiel, para demostrar su “hombría.”

Otra causa importante de infidelidad es la ausencia de Dios en la vida de una persona. Sin Dios, la persona puede sentirse más libre y vulnerable frente a las influencias de la sociedad libertina y hedonista y optar por la infidelidad.

La infidelidad es la herida más profunda que un cónyuge le pueda hacer a otro y, por tanto, la ofensa más difícil de perdonar. Con todo, muchas personas, movidas por su fe cristiana, logran descubrir el poder del perdón e inician el proceso largo, difícil y doloroso de perdonar.

Con el perdón, la persona no está ignorando el daño recibido, justificando tal comportamiento o disponiéndose a que le vuelvan a ser infiel. Su decisión sólo significa que renuncia a la venganza y se decide a superar el dolor, liberándose del rencor y los resentimientos, como medio para sanar su herida.

Algunas parejas logran también llegar a una reconciliación y restablecer su relación matrimonial. Esto requiere que la persona infiel haga los méritos suficientes para ganarse de nuevo la confianza de su cónyuge y que la víctima aprenda a confiar nuevamente en su pareja. Intentar ver a su pareja con los ojos misericordiosos de Dios facilita esta decisión. Con todo, los expertos estiman que este proceso puede durar entre dos y cuatro años, siempre que la conversión sea sincera, y la pareja reciba la ayuda profesional y espiritualidad necesarias.

Muchas parejas reportan que después de llegar a la reconciliación, cuando la herida ha sanado por completo y la confianza se ha restablecido, experimentan mucho más cercanía, amor y seguridad en su relación matrimonial.

El poder del perdón 

Mientras exista la verdadera voluntad de cambiar y la sensibilidad para aceptar que todos somos limitados, el perdón y la reconciliación serán casi siempre posibles. 

Las ofensas provenientes de nuestros seres queridos suelen doler más porque, al daño recibido se le suma el sentimiento de haber sido de alguna manera traicionados en nuestra confianza, nuestros afectos o nuestras expectativas.

Por eso los errores entre esposos tienden a convertirse no sólo en “problemas por resolver” sino en “dolores del corazón” que amenazan la relación misma y que hacen hasta dudar del amor.

Qué es perdonar? 

Perdonar es sobre todo liberarse de los sentimientos negativos y destructivos, tales como el rencor, la rabia, la indignación, que un mal padecido nos despertó y optar por entender que está en mis manos agregarle sufrimiento al daño recibido o poner el problema donde está: en la limitación que tuvo mi cónyuge de amar mejor, en una determinada circunstancia.

Perdonar no es aceptar lo inaceptable ni justificar males como maltratos, abusos, faltas de solidaridad o infidelidades.

Tampoco es hacer de cuanta que no ha pasado nada. Eso sería forzarnos o ignorar la realidad y a acumular resentimientos.

Igualmente, perdonar no es tratar de olvidar lo que me han hecho, pues siempre es bueno aprender de lo vivido.

En síntesis, perdonar es: Es, poder mirar a mi cónyuge y sus acciones negativas, con el realismo y la misericordia propias de Dios que, sin desconocer nuestras faltas, no nos identifica con el pecado y nos da la ocasión de ser mejores. 

Por qué perdonar? 

Porque mientras con el odio y el rencor quedamos atados al mal que nos han hecho y estancamos la relación matrimonial concentrándonos sólo en el error y el dolor que una determinada acción nos causó, el perdón nos da la oportunidad de ver la falta como un error real pero sin la carga emocional que nos daña. Entonces, además de recuperar la paz, recobramos la lucidez para evaluar el daño en su dimensión real y tomar las medidas necesarias frente a la relación.

Es claro igualmente que si mi cónyuge me entregó un día su vida en matrimonio es porque me ama y que por tanto, lo más seguro es que su equivocación no fue deliberada sino el fruto de sus limitaciones como ser humano en proceso.

Porque amar al cónyuge supone aceptar que es limitado y renunciar a mis expectativas a cambio de su realidad y buena voluntad de hacer lo mejor posible.

Diferencia entre perdón y reconciliación 

Mientras el perdón es una decisión de cada persona, al interior de su propio corazón, la reconciliación supone la recuperación de la relación entre los dos. Lo ideal es por tanto que, una vez me libere de la rabia y renuncie a identificar a mi cónyuge con el error que cometió, nos dispongamos juntos a analizar el daño y buscar, en la medida de lo posible, una reparación. Dicha reparación supone que el ofensor reconozca su error, valore el efecto de lo que causó y pida perdón. El ofendido debe entonces igualmente aceptar las disculpas y ofrecer su perdón como la base para iniciar de nuevo una relación, sin rabia ni rencores, pero sabiendo que hay algo por mejorar.

Debemos saber que toda pareja pasa siempre por momentos de tensión, de malos entendidos, e incluso, de cambios de estado de ánimo por la misma presión actual de la vida moderna.

Pero cuando una pareja toca con frecuencia el tema de la separación o las tensiones y desacuerdos son permanentes y cada vez más difíciles de manejar, es necesario acudir a ayuda profesional. Si además esta ayuda se busca a tiempo, se podrán trabajar las dificultades inmediatas sin esperar hasta que los conflictos alcancen dimensiones casi inmanejables.

Buscar ayuda profesional es un síntoma de madurez en la pareja pues significa que son conscientes que no siempre se pueden resolver las propia crisis y que una persona preparada para hacerlo, y desde fuera de la pareja, puede ver mejor y de manera objetiva el origen del conflicto. Para que este recurso dé el fruto esperado es importante tener en cuenta lo siguiente:

A quién recurrir por ayuda profesional? 

Comienza por hablar con tu guía espiritual, el párroco o la persona encargada de la pastoral 

familiar de tu parroquia. Ellos de pronto pueden inicialmente saber si un “Retiro de parejas”, un

Encuentro Matrimonial, ” o algún programa de talleres de familia que ofrezca la diócesis les puede ayudar.

Si realmente necesitan de un profesional, busquen los centros universitarios o del condado que ofrezcan “asesoría o asistencia psicológica a parejas”. Entre los psicólogos hay además algunos que se especializan en terapia a parejas.

En muchos casos se comienza primero por una terapia individual, donde cada uno pueda expresar lo que siente y sanear sus propios conflictos para luego poder trabajar como pareja. 

Cuando entonces es necesario consultar con un profesional? 

Cuando los celos empiezan a ser insoportables e inmanejables y se convierten en un motivo constante de peleas.

Cuando hay infidelidad. Tal vez es una de las razones en que es urgente y necesario consultar por todo el daño que esto genera y las implicaciones emocionales que conlleva para la persona herida.

Cuando las relaciones con otros, como la familia política, los hijos, amigos, están interfiriendo de una manera inadecuada en la relación de pareja.

Cuando los problemas económicos se convierten en un bumerán permanente de conflictos e incomprensiones al interior de la pareja.

Cuando la sexualidad es motivo de insatisfacción para los dos, por ser rutinaria o por diferencias significativas en la expresión de la misma. O cuando es poco grata para uno de los miembros de la pareja, ya sea porque siente que su pareja no la respeta, o no la valora en su propia identidad sexual.

Cuando hay una enfermedad mental que está impidiendo una relación de pareja armónica. Cuando hay violencia física o psicológica de uno de los miembros de la pareja o de ambos.

Cuando en la relación se empiezan a manifestar expresiones de frialdad, ironías, sarcasmos, con una frecuencia suficiente como para afectar la relación.

Cuando la comunicación está deteriorada hasta el punto de solo hablarse para la funcional o incluso manejar silencios y evasiones prolongados. O por el contrario, cuando la comunicación se empieza a basar en palabras agresivas, insultos y humillaciones del otro.

Es importante tener presente que siempre se puede aprender a amar más y mejor y que la gracia de Dios pasa también a través de personas calificadas que puedan ayudarles. Una relación de pareja armónica y feliz, prolonga la vida, genera salud y bienestar físico y psicológico.